La máxima “todo vuelve” se repite con frecuencia en el mundo de la moda, el arte, la música…
El secreto de la fórmula es inspirarse en movimientos o tendencias pasadas y bajo el foco de la actualidad despojarlo de lo accesorio y quedarse en la esencia. En este punto llega el momento crítico: revestirlo de ingredientes actuales o incluso también de la esencia de otros pasados para obtener la fuerza y proyección que lo reivindique de nuevo.
Si todo ha sido añadido en su justa medida tendremos algo inédito que remite al pasado pero que se afianza con extraña originalidad.
El mundo del diseño gráfico y su producción offline no son ajenos a este fenómeno.
Hace tiempo, los baluartes de la elegancia y la sofisticación junto con el buen gusto y la profesionalidad encontraron su representación en las líneas depuradas, los acabados mate y los colores sin estridencias.
Después encontró una vertiente fructífera en los soportes, tanto papel como cartón, que remitían a lo natural y rústico sin artificios ni tratamientos: papel kraft, cartón bigris, papeles con trazas vegetales…
Entonces vino lo de siempre. Su uso lo ha ido convirtiendo en escenario predecible y por ello es más fácil que pase desapercibido. La costumbre es lo que tiene.
Por eso los que nos dedicamos a los diferentes ámbitos de la creatividad vamos a la zaga de la novedoso, una vertiente por descubrir que capte la atención y sobre todo sorprenda.
En los últimos meses venimos advirtiendo, tanto en los proyectos de nuestros clientes como en los sitios de referencia donde publican producciones extranjeras, que está empezando a surgir un nuevo paradigma: el brillo.
Sí, sí, no estamos confundidos. De una forma tímida pero cada vez más habitual los acabados de los trabajos van en brillo. Bien en películas de estampación holográfica, plastificados, estucados e incluso papeles con metalizados potentes.
Para una amplia mayoría el brillo remite a lo pretencioso, excesivo y hasta chabacano. Ahora los más avispados lo reinterpretan en contraste con materiales mate y diseños muy poco efectistas. De este modo su nota altisonante se matiza y va al unísono de la composición.
Al parecer, según algunos especialistas en la materia, los países nórdicos son más favorables a los papeles con brillo debido a su escasez de luz del sol. En consecuencia los países al sur evitan esta opción ya que el exceso de luz que provoca el brillo les resulta molesto.
Además de las cuestiones geográficas, la cultura también influye. Los países del este de Europa son famosos entre los fabricantes de papel por acaparar buena parte de sus referencias con mayor profusión de efectos y metalizados. Mientras que en el resto del continente son artículos más propios de ciertas festividades y celebraciones.
Estos usos y connotaciones están superando fronteras y vemos cómo de manera inteligente los diseñadores encauzan ese torbellino de luz para convertirlo en un ingrediente que aporte valor comunicativo a sus proyectos.