Hay libros que te reclaman. Libros caprichosos que piden atención. Libros adictivos que te incitan a seguir devorándolos. Libros imán.
Brava es uno de ellos. Descifrarlo al completo se antoja una quimera. Y para qué. Hay que sumergirse en él. Dejarse llevar por la evocación de sus imágenes oníricas y la incertidumbre de sus relatos con alma.
Porque si algo deja claro la singladura de sus textos es que certezas hay muy pocas, y de éstas, la mayoría tienen que ver con la propia historia de cada uno.
La patria de la infancia, el tacto materno, el gusto de la glotonería y los sentimientos provocados por nuestros compañeros de viaje. Unos de corto recorrido, otros de largo alcance (anclados en el recuerdo)… y las verdaderas amistades. La familia ya está incluida per se y el amor, desde luego, intenso.
Brava es un libro experiencial que transita entre la palabra y la imagen. Esculpe la materia informe de nuestras torpezas, se eleva en reflexiones punzantes y vuelve a dejarnos caer en nuestra imperfecta e incomprendida condición humana.
Sus acontecimientos nos llevan de punta a punta, a diferentes geografías, en una suerte de atlas emocional.
Partimos de Yoro (Honduras), pueblo donde llueven peces, hacia Lisboa y su melancólica belleza. Paseamos por Barcelona con las flores de Sant Jordi, Cartagena, Mar Menor… Circulamos por carreteras plagadas de melones en la cuneta y desembocamos en Madrid, con su Chamberí, orgulloso y plebeyo, taconeado y reflexionado cual Fortunata cualquiera.
Brava es un pulso de miradas entre Pilar Franco Borrell a los textos y Erea Azurmendi a las fotos. Un duelo creativo en el que cada una saca lo mejor de la compañera.
Si después de su lectura os quedáis con ganas de más, seguidlas sin dudarlo. Sus perfiles de Instagram son una delicia: @piluro y @tiempodecerezas.